El Año Viejo (monigote) ecuatoriano

El Año Viejo, también llamado Monigote, es una costumbre ecuatoriana de la celebración de Fin de Año, en la que a media noche del 31 de diciembre, justamente cuando inicia el nuevo año, se quema un muñeco que representa al anterior, en una suerte de ritual para obtener mejor suerte en el siguiente ciclo del calendario.

La costumbre de usar el fuego como ritual purificador para cerrar ciclos y empezar otros se remonta a la Grecia preclásica, donde un Rey sagrado, esposo de una Ninfa tribal, debía morir sacrificado al final de su mandato de un año. Con el tiempo, la muerte de este líder espiritual fue cambiada por una simbólica, en la que se le representaba con una figura de madera que era quemada el último día de su Gobierno religioso, siendo el nuevo líder quien iniciaba la hoguera como símbolo de un nuevo comienzo.

Posteriormente la práctica siguió en distintas culturas europeas y para diferentes ocasiones de finalización de ciclos, siendo una de las más conocidas la Fiesta de Judas en España, que se realiza en Semana Santa, específicamente el Domingo de Resurrección, en el que la gente apedrea un muñeco que representa al apóstol traidor Judas Iscariote, marcando el fin de la Semana Mayor católica.

En Ecuador la tradición del fuego renovador se usa para el Fin de Año, y se remonta a mediados del siglo XIX, cuando un letal brote de fiebre amarilla azotó Guayaquil. La epidemia dejó más de 2.500 muertos y 8.000 infectados, siendo una de las más devastadoras que ha vivido el país en su historia.

Como medida sanitaria y simbólica, el último día de 1843 la gente quemó la ropa de sus contagiados y muertos en atados con paja y ramas secas, buscando ahuyentar la enfermedad que tanto mal había causado aquel año. En  los fines de año posteriores se siguió realizando este acto con prendas de fallecidos con distintas enfermedades contagiosas.

Con el pasar del tiempo, la costumbre se transformó en la quema de estas prendas rellenas como símbolo de dejar atrás las malas noticias y tristezas, esperando lo mejor para el siguiente año. En la actualidad se trata de muñecos de diferentes tipos, pero los más tradicionales son de ropa vieja rellena de viruta, paja o aserrín, que facilita su quemado, razón por la que suele llevar fuegos pirotécnicos y cohetes.

Desde la década de 1990 Guayaquil se especializa en la producción artesanal de grandes y elaborados monigotes con las más variadas temáticas, siendo los más comunes los personajes políticos, una clase que en Ecuador, como en toda Latinoamérica, no es para nada bien vista y se desea olvidar cada fin de año.

La costumbre fue adoptada por otros países de la región sudamericana, como en la vecina Colombia, donde se realiza sobre todo en los departamentos fronterizos con Ecuador, siendo llamados Taitapuros en Cauca y Carranchos en Santander. En Venezuela se realiza en los estados occidentales del país, como Mérida, Táchira, Lara y Zulia. En el Perú andino se fabrica un gran muñeco que se quema en la plaza central del pueblo.

En Chile son llamados “monos” y se realizan en los departamentos del norte del país junto a los salitrones, que son hogueras de salitre a orillas del mar. En México se acostumbra en los estados del Golfo, como Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán; así como en Oaxaca y Chiapas. Así mismo se realizan en Cuba, Panamá, Nicaragua y Honduras.

En algunos países como Argentina y Uruguay, se mezcló con la tradición española del Judas, y por eso les llaman de esa forma, aunque como ya se ha mencionado, esta sería una costumbre de Semana Santa. Precisamente en Argentina reciben el nombre de “momos de fin de año” o “fantoches” si simulan movimientos, y se realizan desde la década de 1950.

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