El dedo misterioso (leyenda)

Patio del claustro principal del Convento de San Francisco, donde habría tenido lugar la leyenda.

Se presume que esta leyenda fue una de las primeras historias en conocerse entre los habitantes de la ciudad de Quito tras la llegada de los franciscanos, en 1535. Edgar Freire Rubio, en su libro «Leyendas y Tradiciones», la recoge de la siguiente forma:

En el convento de San Francisco había dos aspirantes a sacerdotes, Leonidas y Antonio, quienes acostumbraban a siempre bromear sobre sus superiores. Una noche caminaban por el patio principal del convento y una persona tocó la campana de la portería, Antonio fue a ver quién era y se llevó una sorpresa, pues una anciana muy fea, que tenía tapado su rostro con un velo y sobresalía su nariz y barbas, preguntó por el padre Anselmo; el joven regresó muy contrariado y le dijo a su amigo que no atendería a esa anciana, cuya nariz era parecida a la de sus superiores. Al cabo de cinco minutos, un dedo se le apareció cerca de la nariz a Antonio.

Con el correr del tiempo, Antonio cayó en una profunda depresión pues el dedo le seguía haciendo señas de que le siga. El seminarista le confesó esta visión a su superior, quien le mandó como penitencia participar de una novena para pedirle a Dios una visión. Luego de los nueve días, el dedo le seguía haciendo señas, el superior le dijo que podría tratarse de una visión de Dios y le aconsejó seguirlo.

Antonio comenzó a seguir al dedo, mientras sus amigos y superiores iban tras él; al pasar por un arco, el estudiante se detuvo y giró a la izquierda, hacia donde existe una puerta de piedra que da a la Capilla de Villacís. Dice la leyenda que la puerta se abrió y ordenó a Antonio entrar, sus amigos y superiores también quisieron entrar, pero la puerta se cerró y nunca más se supo qué pasó con el seminarista.

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