Cantuña (leyenda)

Atrio de San Francisco a mediados del siglo XX.

Quizás por la importancia de la mano de obra aborigen durante la construcción del templo de San Francisco, es que precisamente un indígena es a quien la historia señala como protagonista de una de las leyendas más antiguas de Quito, que se relaciona con los orígenes de esta iglesia y se ha mantenido viva en la memoria popular a lo largo de cuatro siglos. Se trata de Cantuña y su pacto con el Diablo.

Según cuenta la leyenda, el indígena de apellido Cantuña había sido contratado para construir el atrio de San Francisco, obra con un plazo que estaba a punto de vencerse y por la que corría el riesgo de ir a la cárcel de no terminarla a tiempo, pues se le había pagado por adelantado y ya había sufrido algunos retrasos.

En medio de su desesperación la noche previa a la entrega de la obra, aún inconclusa y con las piedras regadas por toda la plaza, Cantuña se llevó las manos a la cabeza y dijo que haría lo que sea para no ir a prisión, e inmediatamente se le apareció el diablo y le ofreció terminar el trabajo en esa misma noche, todo a cambio de su alma.

El desesperado Cantuña aceptó la propuesta e inmediatamente emergieron de la teirra miles de diablillos que trabajaron afanosos en el atrio, tanto que a pocos minutos de la salida del sol la obra ya estaba lista. Sin embargo, antes de recibirla el astuto Cantuña había retirado una piedra por lo que, en la práctica, la obra quedó inconclusa al amanecer. El Diablo enfurecido no pudo llevarse su alma y despareció junto a sus diablillos mientras los primeros rayos del sol iluminaban el pretil que había construido engañado.

Aquella leyenda, contada una y mil veces a lo largo del tiempo y en todos los estratos sociales del país, demuestra en plenitud el valor arquitectónico, artístico y religioso que tiene el templo de San Francisco, arraigado desde hace centurias en la cultura popular no solo quiteña sino ecuatoriana.

¿Quién fue realmente Cantuña?

Al parecer el personaje de la leyenda está basado en dos personas reales que habitaron la ciudad de Quito en épocas diferentes (siglos XVI y XVII), y cuyo nombre era coincidencialmente el mismo: Francisco Cantuña. La historia del pacto con el diablo y la construcción de parte de la iglesia de San Francisco, entonces, habría aparecido en el siglo XVIII tras haberse mezclado ambas biografías y la vinculación de los dos personajes con la orden franciscana.

El Cantuña del siglo XVI
Según el protohistoriador padre Juan de Velasco, existió un Francisco Cantuña en el siglo 16, que habría sido hijo de Huallpa, hombre de confianza de Rumiñahui y colaborador en el ocultamiento de los tesoros de Kitu cuando los españoles llegaron por primera vez a estas tierras.

Según esta historia, Cantuña sufrió un fuerte accidente que lo dejó inhábil, por lo que un capitán español llamado Hernán Juárez, hombre acaudalado y humanitario, lo acogió en su hogar. Se dice que cuando su protector quedó en la ruina económica, y en agradecimiento, Cantuña le entregó parte de los tesoros escondidos por su padre, lo que les permitió vivir holgadamente el resto de sus días.

Al morir Juárez, dejó a Francisco Cantuña como heredero de su fortuna, y éste, para acallar las malas lenguas sobre la procedencia de la fortuna y que podría existir más del tesoro de Atahualpa, comenzó a difundir la historia de que la había obtenido gracias a un pacto con el Diablo. De hecho, existe en el Archivo Nacional un juicio instaurado contra él por ese motivo (herejía). Habría fallecido en 1574.

El Cantuña del siglo XVII
En el archivo Nacional de Historia y en el Archivo Franciscano se ha podido encontrar a un segundo Francisco Cantuña Pillapaña que vivió en el siglo XVII, nacido en Sangolquí y que era maestro cerrajero y herrero. Es probable que la leyenda que hoy conocemos sea una mezcla de estas dos personas que vivieron en tiempo diferente y compartieron nombre.

A diferencia del Cantuña del siglo XVI, el del siglo XVII tenía una buena posición económica y social, siendo respetado por la ciudad y con un fuerte lazo con los franciscanos, a los que continuamente donaba dinero y obras de su propia herrería, como la puerta de ingreso al convento que lleva sus siglas, y las de ingreso a las torres de las campanas.

Con una particular devoción por la Virgen de los Dolores, Cantuña financió parte de la decoración de la capilla dedicada a esta Virgen, y que hoy es llamada Capilla de Cantuña, pues en ella tenía su sepultura esta privilegiada familia indígena. Su lápida, hoy movida de lugar al claustro del convento, data de 1669 como se puede leer hasta hoy.

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