Seis actividades imperdibles en Quito (parte II)


Quito es un lugar lleno de maravillosas actividades culturales que invitan a propios y extraños a recorrerla con entusiasmo y asombro; sin embargo, hay algunas que salen de las recomendaciones y rutas turísticas tradicionales, pero que no por ello deben dejar de considerarse imperdibles de realizar, sobre todo si en verdad quieres sumergirte en la vida de esta encantadora urbe andina y milenaria.

Por ello te ofrezco seis nuevas opciones para completar la lista del artículo que publiqué hace un par de meses, y que tanto gustó a los lectores de la página. ¿Estás listo?, entonces vamos.

1. Tomarse fotografías en las siete cruces

Muchos ni siquiera conocen cuál es la famosa Calle de las Siete Cruces, así que difícilmente conocerán en dónde se encuentra cada una de estas estructuras. Y es que pese al hecho de que recorramos la calle García Moreno de manera casi obligatoria en nuestros paseos al Centro Histórico, pocas veces extendemos esa caminata más allá de la zona circundante a la Plaza Grande, a la que si nos aventuramos terminará por revelarnos un mundo nuevo de tradiciones e historias que seguro desconocemos.

Entre las calles Manabí y Ambato, la García Moreno muestra orgullosa siete grandes cruces de piedra en los exteriores de diferentes capillas e iglesias que se ubican a lo largo de su trayecto, mismas que precisamente le han conferido su célebre nombre en la cultura popular. Y aunque algunos conozcan el dato, y hasta ubiquen perfectamente las mencionadas estructuras, casi con seguridad serán poquísimos los que se han dado el tiempo de tomarse una fotografía en cada una de ellas, con los fabulosos templos que les sirven de telón de fondo.


Si tú tampoco lo has hecho, te dejo la lista de los lugares que debes visitar para hacerte este imperdible paseo fotográfico y presumirlo en tus redes sociales, pero no olvides colocar algo de la historia de cada punto para hacerlo más interesante:
  • Iglesia de Santa Bárbara, en la esquina de la Manabí.
  • Convento de La Limpia Concepción, en la esquina con la Chile.
  • Catedral Primada, en la esquina de la Espejo.
  • Capilla de El Sagrario, pocos pasos al sur de la Espejo (junto a la Catedral).
  • Iglesia de La Compañía de Jesús, en la esquina con la Sucre.
  • Convento del Carmen Alto, en la esquina con la Rocafuerte.
  • Antiguo Hospicio San Lázaro, en la esquina con la Ambato.

2. Bañarse en las piscinas de La Merced, El Tingo y Cununyacu

Las generaciones de quiteños que crecieron en las décadas de 1930 a 1970 no concebían una temporada vacacional o fin de semana sin planificar una visita a los tres balnearios más importantes de los valles de Los Chillos y Tumbaco, todos ubicados a los pies del volcán Ilaló para aprovechar sus aguas termales y minerales.

Para miles de familias quiteñas, estos complejos recreacionales fueron considerados la apoteosis de la diversión acuática y del paseo inolvidable que podías contar en las reuniones de amigos, pues nunca estaban exentos de divertidas anécdotas y encuentros con importantes personajes deportivos y culturales que también las frecuentaban. La llegada de las facilidades modernas en las décadas de 1990 y 2000, así como el abaratamiento de los costos de construcción, hizo que cada vez más personas pudieran darse el pequeño lujo de contar con su propia piscina en casa o complejo habitacional, lo que significó un abandono paulatino pero constante de los balnearios.

Pese a ello, hoy en día La Merced y El Tingo en Los Chillos, y Cununyacu en Tumbaco, aún sobreviven y hasta han cobrado un nuevo impulso gracias a las administraciones municipales de los últimos años, que promocionan los lugares como la alternativa perfecta para abaratar costos durante los largos feriados en los que la gente gusta de ir a la playa, pero que por diferentes motivos se encuentran cortos de dinero.


3. Volar cometas en el Itchimbía

El cénit del verano quiteño tiene lugar durante el mes de agosto de cada año, cuando los estudiantes están de vacaciones y la mayor parte de empleados públicos y privados procuran hacerse un espacio para dedicarlo al descanso de sus labores diarias. Así, los fuertes vientos que durante esta época corren por la estrecha meseta en la que se encuentra asentada la ciudad, terminan convirtiéndose en fieles acompañantes de las calurosas mañanas soleadas equinocciales, y todos les agradecemos cada vez que aparecen para refrescarnos.

Estas mismas corrientes de aire han sido aprovechadas desde hace siglos por los habitantes de esta ciudad conventual, que verano tras verano han salido a parques y espacios abiertos para hacer volar cometas y divertirse. De hecho, uno de los registros más explícitos de esta actividad se encuentra en un plano de Quito levantado a inicios del siglo XIX y atribuido al II Marqués de Selva Alegre, en el que se puede apreciar un niño volando una junto a su padre en los terrenos del actual parque La Alameda.

Los altos árboles que hoy pueblan el parque hacen imposible continuar con la tradición de aquel niño hace más de 200 años, pero el escenario preferido para volar cometas no se ha ido muy lejos, sólo basta con subir unas cuantas cuadras hacia el oriente, hasta alcanzar la cumbre de la colina del Itchimbía, desde no sólo podremos volar nuestras cometas libremente junto al Palacio de Cristal, sino que mientras lo hacemos también disfrutaremos de la maravillosa vista de la ciudad que este lugar nos ofrece.

4. Tomarse una foto con un pie en cada hemisferio

Es quizá la más popular de las actividades de esta lista, pero sin duda una que no se puede repetir en ningún otro lugar del mundo, lo que la hace imperdible y digna de citar. Y es que ya sea por grata coincidencia o precisa premeditación, nuestra privilegiada posición geográfica sobre la línea equinoccial nos convirtió en un punto único entre las naciones; tanto que la mismísima civilización incaica tuvo que abrazar en su seno los lugares de adoración de los kitus, o los más importantes científicos europeos del siglo XVIII escogieron estas tierras para medir la circunferencia del planeta.

Quito y su Mitad del Mundo son una sola, como el abdomen y el ombligo respectivamente, uno no existe sin el otro, y pese a que hay una pequeña distancia entre ambos puntos, estos se funden en un solo concepto místico e indisoluble. Esta magia se encuentra representada en el Monumento y complejo turístico que se levantó en San Antonio de Pichincha durante la década de 1980, y que pronto se convirtió en visita obligada para todo aquel que visita o vive en el país.

Una línea amarilla pintada sobre el piso, que parte desde la base del gran monumento, marca el lugar en el que el mundo se divide en dos hemisferios, y en el que tú debes tomarte una fotografía con un un pie en el norte y otro en el sur; ¡algo único!.Que no te detenga aquello de que la tecnología moderna ha logrado establecer el paralelo 0° unos metros más al norte, pues en las proporciones del planeta esto no representa realmente un cambio significativo o importante.

5. Comprar a los poncheros del Centro Histórico

Seguro que más de una vez te has topado con uno de aquellos personajes uniformados con un delantal y gorra de un blanco impecable, casi siempre de estatura menuda y que andan por las calles del Centro Histórico empujando una pequeña y encantadora carreta de madera con tres ruedas y un barril. Pues se trata de una de las profesiones más tradicionales de la ciudad y que por años estuvo condenada a desaparecer por falta de clientes; te estoy hablando de los poncheros.

Aproximadamente veinte personas son parte de esta reducida suerte de cofradía, organizada en la Asociación de Poncheros La Magolita, que deambulan por la ciudad antigua desde hace al menos cincuenta años ofreciendo la deliciosa bebida hecha a base de leche, maicena, huevo, azúcar y la infaltable cerveza de malta. El sabor es exquisito y no deja de ser muy nutritivo, además de que un vasito puede ayudarte a alejar el hambre durante más tiempo antes del almuerzo o la cena.

Es inevitable señalar que los poncheros no desaparecen por culpa de las autoridades que no los cuidan, pues tienen el apoyo municipal gracias a su nivel de organización y continuas mejoras de sanidad, sino que las bajas ventas los van haciendo abandonar el negocio y buscar otras opciones. Entonces, es hora de que nosotros hagamos ese mea culpa y solucionemos lo que ayudamos a dañar: compremos a los poncheros, tomémonos una selfie y compartámosla en nuestras redes sociales, no sólo porque tendremos muchos likes, sino porque les estaremos dando a conocer y ayudando a que no desaparezcan.

6. Hacer bicicleta en El Chaquiñán

¿Sabías que alguna vez existió una línea de tren que bajaba desde Quito hacia Tumbaco?, esta buscaba ser la primera etapa de un ferrocarril que permitiera el transporte rápido con las ciudades de la Amazonía norte. La modernidad terminó por construir carreteras y conexiones aéreas mucho más rápidas, que reemplazaron todo proyecto de continuidad de la vía férrea, pero quedó un espectacular sendero que atraviesa todo el valle.

No fue sino hasta la década de 2000 que los quiteños redescubrieron la línea del ferrocarril y se propusieron recuperarla de una manera diferente, pero útil para los tiempos y estilo de vida modernos. Con pocos espacios verdes para hacer deporte en el área ya habitada de Cumbayá y Tumbaco, este espacio se prestaba de manera idónea para desarrollar un sendero ecológico en el que los vecinos pudieran realizar paseos, senderismo y ciclismo.

Con vistas magníficas del acantilado por el que discurre el quiteñísimo río Machángara antes de unirse al Guayllabamba, socavones construidos en plena montaña para atravesarla por dentro, y hermosa vegetación que sirve de hogar para varias especies de aves, roedores y reptiles, El Chaquiñán es hoy una de las mejores opciones para aquellos que buscan algo diferente o gustan del ciclismo, a tal punto que quizá no puedes ser considerado un buen quiteño si no has pasado pedaleando por allí.

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